martes, 13 de marzo de 2018

Pudrirse en la cárcel ... por Txema Martín



En España hemos endurecido el sistema penal hasta convertirlo en el más represivo de Europa

Con los últimos sucesos que atañen a la muerte del pequeño Gabriel se sigue escribiendo la crónica negra de nuestro país. Junto a lo terrible del caso y enfrente de la crueldad, un círculo de personas se acerca otra vez a la comisaría para dar rienda suelta a su rencor y soltar su odio por la boca. Como en esos países medievales que apedrean a la gente en la plaza pública hasta la muerte, da miedo pensar lo que ocurriría si en un desliz policial a esta mujer monstruosa se la dejara en esas manos. La madre del niño asesinado dio una lección ayer en la radio haciendo un llamamiento contra el odio. Ojalá esa intención tan limpia resulte contagiosa.

Este suceso extraño y mortal coincide con el intento desesperado de evitar la derogación de la prisión permanente revisable que se aprobó en 2015 con mayoría absoluta del Partido Popular. Más de 200 penalistas han firmado una petición para derogarla con urgencia. Desde que se aprobara esta medida, conviene recordarlo, solamente se ha aplicado en una ocasión. Mientras tanto, Ciudadanos se tuesta en el sol que más calienta y cambia de opinión según el viento. El populismo viene de todas partes y este parece ser un momento ideal para entender el sistema judicial como una venganza.




España es el país de Europa occidental con más porcentaje de su población entre rejas, pero la tasa de criminalidad es una de las más bajas porque nuestro país es uno de los más seguros del mundo. ¿A qué se debe entonces que haya tanta gente en la cárcel? La respuesta es sencilla: hemos endurecido el sistema penal hasta convertirlo en el más represivo de toda Europa. Las condenas se han ido haciendo más largas y los beneficios penitenciarios se han reducido, mientras que el índice de criminalidad permanece inmóvil. Hay que irse a países muy remotos para encontrar condenas máximas de 40 años, como las que tenemos aquí a tenor de las últimas reformas del Código Penal. En otras democracias se denomina 'cadena perpetua' a condenas mucho menores que esta. Cada vez que hay un suceso trágico y criminal circulan opiniones incendiadas que dicen que en España sale barato ser un criminal, pero lo cierto es que vivimos en un país que castiga con severidad. Tenemos que decidir si queremos parecernos a un país africano o a una democracia moderna y consolidada. El artículo 25 de nuestra Constitución estipula que las penas privativas de libertad deben estar orientadas hacia la reeducación y reinserción social. El Tribunal Constitucional aún debe pronunciarse sobre una medida que tiene claros indicios de contradecir este precepto. Los que en unos casos se cuelgan la bandera de la Constitución se ponen de lado cuando el juicio se sitúa en sus propios fundamentos. El Estado no puede ponerse de parte de una turba encendida por la tentación de cometer otra atrocidad.

Txema Martín
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