viernes, 13 de octubre de 2017

Misa Negra ... por Juan José Millás

En el momento de escribir estas líneas aún no sabemos si Puigdemont declaró o no declaró la independencia de Cataluña. La mitad de los analistas asegura que sí y la mitad que no. Habría que preguntar a la gente que el 1 de octubre se colocó entre la policía y las urnas para posibilitar un referéndum que tampoco fue un referéndum. Pero la gente, ahora, es un estorbo. La gente viene bien hasta un punto del recorrido, luego conviene colocarla en su sitio. Siempre ha sido así y no da la impresión de que las cosas sean, en esta ocasión, distintas. Lo curioso es que el mismísimo presidente del Gobierno, que tiene a su disposición un ejército de gente sabia, capaz de descifrar el oráculo más enrevesado, tampoco se pispó. De hecho, le ha pedido al susodicho que se aclare. ¿Son ustedes independientes o no? A ver qué responde, porque puede que fingiera serlo como el que guiña el ojo para señalar que miente o, por el contrario, que fingiera no serlo cruzando los dedos a la espalda, para negar por detrás lo que afirmaba por delante. Lo sentimos mucho por Pessoa, pero ahora mismo nos vienen a la memoria aquellos versos: “El poeta es un fingidor, finge tan completamente que hasta finge que es dolor el dolor que en verdad siente”.


Puigdemont no es un poeta, no ha dado muestras de ello todavía, pero finge un nacionalismo que siente de verdad. Esa y no otra debe de ser la explicación al galimatías en el que seguimos debatiéndonos desde el martes. Nos ocurre, al escucharlo, lo mismo que leyendo al portugués y a los místicos en general. Recuerden aquel “Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero”. Hemos dado por hecho que estaba haciendo política cuando estaba oficiando una misa. Quizá una misa negra.

Juan José Millás

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