jueves, 17 de agosto de 2017

Españolistas ... por Antonio Soler


En cada nación una escoba barriendo a los de fuera
El Parlament nos ha alargado un poco más las vacaciones a los españolistas. No lo hacen por nosotros, evidentemente, sino por concentrar los esfuerzos, acortar la capacidad de reacción de sus adversarios y sacarle todo el jugo posible a la Diada y a su resaca. Con esa finalidad exclusiva el Parlament postergó ayer la tramitación de la ley del referéndum. Mientras, Esquerra intentará armonizar los delirios de la CUP, sus escobas y sus tajantes flequillos revolucionarios con las corbatas y los residuos de la vieja Convergencia y sus carísimas corbatas. Programan el mal llamado choque de trenes. El choque del tren contra los topes del Estado.
En septiembre vamos a padecer un arduo empacho soberanista. Mientras, seguiremos envueltos por esa nebulosa que cubre las informaciones durante el verano. Regidos por el estruendo feriante, las diatribas sobre la feria del centro, el clasicismo y el botellón. Atendiendo a los asuntos de los taxistas malosos, el monopolio y los oportunistas. Incendios, operaciones salidas y el gran retorno. Y, naturalmente, antes de la gran traca septembrina, los soberanistas mantienen la onda corta, el zumbido permanente. Ahora le ha tocado el turno revisionista a gente como Quevedo, Goya o Antonio Machado. Un informe del Ayuntamiento de Sabadell los declara españolistas e indignos de que ninguna vía pública de la localidad lleve el nombre de esos individuos.

Quevedo, quizás el más alto estilista de la lengua que, al menos hasta hoy, comparten los catalanes. Goya el afrancesado. Machado el perseguido por el franquismo y con sus huesos en Colliure. A esas alturas está llegando el disparate. La cosa podría parecer sufragada por los enemigos del soberanismo. Por el ridículo en que los deja. Por la limitación intelectual, por la pobreza cultural que anuncian medidas de este tipo para un pueblo que según los pilotos de esa deriva cada día iría ensimismándose más, limitando sus horizontes y renunciando a uno de los valores fundamentales que siempre ha regido a los catalanes. Su apertura al mundo. Pero, no. Ahí están. Y ahí están algunos haciendo de rara y desorientada comparsa. Hablando, farfullando más bien, sobre el porvenir nacionalista de este país al que le auguran un esplendoroso futuro una vez que sea bautizado como Nación de Naciones. La nomenclatura será lo que nos salve, lo que al parecer diferenciará el Estado actual de las autonomías de las futuras naciones españolas. Un milagro. Ya lo ha declarado el candidato a liderar el PSOE madrileño: Madrid sería una nación en el Estado plurinacional. La Rioja, una gran nación. Murcia. En cada nación una escoba barriendo a los de fuera o al menos barriendo para dentro, para los del pedigrí y el respectivo genoma nacional. Que nos midan el cráneo para ver adónde tenemos que acudir, dónde nos debemos empadronar. Aunque en realidad lo que nos medirán de ese modo será la cartera. Los más puros catalanistas empezaron con el 'Espanya ens roba'. Ese es el hilo con el que se fabrica esta cuerda. Y con esta cuerda plurinacional más de uno va a ahorcarse, políticamente.

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