lunes, 16 de enero de 2017

OH La La Land ... por Juan Francisco Gutierrez

Ha llegado a las carteleras el musical del que todo el mundo habla, aparte del malogrado intento por arropar con canciones a Donald Trump el próximo viernes en su coronación mediática. Al final parece que irán estrellas de segunda, y que ni siquiera su amigo Paul Anka podrá cantarle el 'My way': con lo optimista que hubiera quedado lo de «the end is near». Precisamente los más felices sostienen que 'La ciudad de las estrellas', título en España de la película 'La La Land', es el bálsamo necesario para sobrellevar el advenimiento de la era Trump, ahí es nada. Y todo gracias a una historia de amor completita, con 'The End' incluido, de un director, Damien Chazelle, que fascinó en Venecia, arrasó en los Globos de Oro y parece que copará las inminentes candidaturas de los Oscars.

Una vez vista, y sin ánimo de alimentar los ditirambos promocionales, hay que reconocerle algunos valores indudables. El principal es que sea bonita y que no parezca ridícula, que ya es mucho. 'La La Land' acaricia a través de dos o tres canciones pegadizas y el relato de un amor del nuevo siglo, todo al ritmo de la improvisación, que es como suenan los romances verdaderos. La trama dura más de dos horas y no se hace pesada, gracias no tanto al guion, que flaquea en la parte central, sino a la tierna química entre Ryan Gosling y Emma Stone. El primero encarna a un pianista de jazz con ansias de montar un pub de nombre absurdo (¿¡pincho de pollo!?), y logra convencer, pese a su limitada colección de gestos, que desde Fred Astaire no ha habido abrazafarolas tan encantador. Stone, por su lado, sostiene con vigor el personaje de una pelipequirroja cautivadora, con más sueños que talento visible, con una chispa en los ojos de la que achicharra en los primeros planos. Su noviazgo consigue emocionar sin empalagar, tiene algunos golpes de humor agradecidos (¡esa cita a Kenny G!), y en el fondo nos canta bajito y nos cuenta con pelín de tristeza cuán solos estamos y cómo de necesarias son la música, las canciones y los bailes a dos, aunque estén llenos de pisotones.

Juan Francisco Gutierrez

http://www.diariosur.es/opinion/201701/16/land-20170116012435-v.html

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