viernes, 21 de octubre de 2016

A Salto de Mata: Hipólito

Hipólito García Medina, nació en San Pablo de Buceite a mediados de los sesenta; terminó la carrera de Geografía e Historia en dos años, y el doctorado “cum laude” en Antigua y Medieval por la Universidad de La Sorbona (Francia) en seis meses.

Y es que a los quince años descubrió una insólita cualidad intelectual que le permitía revivir recuerdos propios, o de sus convecinos, y explicarlos pormenorizadamente.  Parecía como si entrara en éxtasis y viajara a través del tiempo para contemplar, desde una atalaya invisible, cualquier acontecimiento ocurrido en este mundo. Cuando  Andrés Beffa escribió su ensayo  “Breve semblanza de San Pablo”, solicitó en numerosas ocasiones la ayuda de Hipólito,  quien le facilitaba datos, nombres, fechas y sucesos acaecidos cien años atrás, sin esfuerzo aparente alguno.


El desarrollo de esa visión periscópica y retrospectiva alcanzó tal intensidad, que podía describir  episodios muy alejados del tiempo y del espacio que le tocó vivir: Las más sabrosas conversaciones entre Platón y Aristóteles, las Guerras del Peloponeso, el asesinato de Kennedy  o determinados aspectos de la turbulenta relación entre Teodorico y Audofleda,  eran fielmente relatados ante el asombro de historiadores, investigadores y eruditos que veían cómo pilares básicos de nuestra civilización, comenzaban a quedar en entredicho.  Incluso el Museo de Arte Faraónico de El Cairo solicitó su ayuda para encontrar la tumba de Nefertiti.
 El culmen de su carrera como visionario llegó cuando en audiencia privada concedida por el Papa Juan Pablo II,  viajó tan atrás en el tiempo, que logró desvelar, con todo lujo de detalle, cómo Dios, en su infinita bondad, mezclaba agua y tierra para hacer barro.
Corría el mes de marzo de 2005 y tras aquella conversación -sub confessionis secretum in perpetuum-, Karol Wojtyla tuvo que ser hospitalizado por  un síndrome de dificultad respiratoria. Al día siguiente, Hipólito regresó a España, compró una finquita cerca de Benalauría y se retiró del mundanal ruido.

 Hasta hoy.

Manuel Mata  

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