jueves, 30 de junio de 2016

¿Dónde han ido a parar los votos? ...por Rafael Fenoy

Día después. Conocidos los resultados se aprestan las gentes que analizan esto de las votaciones a formular conclusiones e hipótesis. Además las gentes adivinadoras del porvenir, hacen cábalas de que ocurrirá, si este llama a aquel, si este otro se anima o no se anima… Es conveniente que, después de la tensión acumulada, al menos por una parte del electorado, que ¡vaya Vd, a saber!, si es mucha o poca, se produzca un momento de catarsis, para aflojar la presión acumulada. De momento como siempre casi todos los partidos han ganado, excepto PODEMOS que, aunque aparca el tiempo de la autocrítica, ha sido meridianamente claro. La pérdida de votos de PODEMOS, en confluencia con IU, de algo más de 1 millón de votos, es muy probable que se deba al abstencionismo, que ha aumentado en una cantidad similar. Algunas personas anunciaban que el fenómeno de la confluencia, más que sumar, podía restar. El apoyo de las bases de Podemos, 180 mil personas, a la confluencia, no fue suficiente test de calidad para un producto electoral que ha sido rechazado por el conjunto del electorado como opción de gobierno.

Analizar es preciso, pero sobre todo se requiere honestidad y objetividad para hacerlo. Ambas precisan de una metodología propia, nada equiparable a lo que usan los partidos políticos. Sus cúpulas, mediante elaboraciones mentales, razonamientos al pelo y una capacidad casi ilimitada para situarse por encima de lo que ocurre, trasladan las causas de los fracasos a los de afuera, a los agentes, a las circunstancias…. Y siempre justificando el éxito, que pudo haber existido o el que tendrán que fabricar. Por ejemplo, Susana Díaz, ha creado uno a su medida: el PSOE en Andalucía ha frenado el populismo, y se queda tan pancha.

Las redes sociales se llenan de parabienes para quienes creen que han ganado y de aquellos que asumen la derrota.Incluso llegando a confesar públicamente la decepciónMenudean comentarios que califican el resultado como insulto a la inteligencia. Tachar al pueblo de idiota, por ejemplo, refleja un estado de enajenación o mosqueo.Conviene recordar que cuando se juega, a esto de votar, es preciso aceptar las reglas del juego y, salvo pucherazo o fraude, la resultante de la mezcla aleatoria de múltiples voluntades y pensamientos. En democracia, la de verdad, respetables todas y todos. La transformación social requiere de la aceptación (como punto de partida) de la realidad a transformar y esto, aunque a alguien no le guste, es lo que damos como pueblo. Una advertencia necesaria, hay quien, minoritariamente, llega a proponer que solo ‘las personas capaces’ deberían tener derecho al voto. ¡Ojo!, con este discurso, porque primero no te dejan votar y luego te exterminan. ¡Exagerado!. Un repaso de la historia de los fascismos es más que aconsejable.

Fdo Rafael Fenoy Rico

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